Dios es misericordioso y perdonador

La misericordia de Dios no tiene límites. Él nos perdona y nos extiende Su gracia, la que nos abre las puertas a una nueva oportunidad de vida. Adán y Eva en el Edén fueron perdonados por el amor del Padre.


Fernando Alexis Jiménez | Director del Instituto Bíblico Ministerial


Uno de los atributos de Dios que jamás alcanzamos a dimensionar, es su misericordia. Una compasión sin límites por todos nosotros, que le lleva a perdonar incluso nuestros pecados innombrables, aquellos en los que quizá estuvimos inmersos y que, a veces, quieren robarnos la paz interior cuando el enemigo quiere echarnos en cara el pasado.

El Señor Jesús hizo una recomendación a una multitud, que sigue vigente:

«Sean compasivos, así como su Padre es compasivo.» (Lucas 6: 36 | NVI)

El gran libertador de los israelitas, escribió:

“Reconoce, pues, que el Señor tu Dios es Dios, el Dios fiel, que guarda Su pacto y Su misericordia hasta mil generaciones con aquellos que lo aman y guardan Sus mandamientos” (Deuteronomio 7:9).

Y el salmista fue más allá al anotar:

“Porque el Señor es bueno; para siempre es Su misericordia, y Su fidelidad por todas las generaciones” (Salmo 100:5).

¿Sorprendente? Por supuesto que sí. Ahora, probablemente la descripción bíblica de Dios misericordioso (Números 14: 18; Salmos 17: 7; 51: 1; 119: 59; 147:11), riñe con la imagen que por años usted ha concebido en la imaginación, de un Dios preocupado únicamente por castigarnos.

LA MISERICORDIA LO EXPLICA TODO

Es solo por misericordia que el Padre no acaba con la vida de los pecadores. Es gracia y nada más que eso: un favor inmerecido. Extiende la mano y perdona a quien merece la condenación.

Pablo Ibar fue acusado de un triple asesinado, del que se declaró inocente, aunque no pudo probar lo contrario, en julio 1994.

El juez lo condenó a morir. Desde su celda veía con desconsuelo a quienes debían transitar el “corredor de la muerte” con rumbo al umbral eterno. Sus rostros reflejaban desconsuelo, angustia y temor. Pablo, sin embargo, nunca perdió la esperanza.

Contrajo matrimonio con Tanya, una joven que siempre ha creído en su inocencia y lo visitó 818 sábados, uno tras otro, antes de aceptar unirse a él. Ella celebró que, en el 2019, un juez decidiera cambiar la condena a cadena perpetua. “Al menos puedo verlo y él tiene la oportunidad de compartir con sus hijos”, repite cada vez que lo visita en el penal de Okeechobee, el más grande de Florida, en Estados Unidos.

Ahora imagine por un instante que el juez lo hubiese perdonado. ¿Cómo podría llamársele a esa decisión? Gracia. Nada más que eso.

Esta ilustración de la realidad, permite mostrar lo que hace el Señor con nosotros: borra el peso de la culpabilidad y nos brinda la oportunidad de comenzar de nuevo.

En ese orden de ideas, si Pablo Ibar recibiera esa “gracia” inexplicable, sería llevado a la entrada de la penitenciaría y vería, frente a sus ojos, cómo se abren las puertas para emprender una existencia renovada.

EL PERDÓN HACIA EL GÉNERO HUMANO

Cuando Dios creó la tierra, generó las condiciones para que sus primeros habitantes, vivieran en un paraíso.

La Biblia registra lo siguiente:

Luego dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza. Que tenga dominio sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo; sobre los animales domésticos, sobre los animales salvajes[b] y sobre todos los animales que se arrastran por el suelo». Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios; hombre y mujer los creó. Y Dios los bendijo con estas palabras: «¡Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla; ¡dominen a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los animales que se arrastran por el suelo!».” (Génesis 1: 26-28 | NVI)

El género humano fue concebido para recibir las bendiciones de habitar una tierra próspera. Solamente recibieron una instrucción específica a la que debían prestar especial cuidado:

«Dios el Señor tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara. Dios el Señor le ordenó al hombre: «Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer. El día que de él comas, sin duda morirás».» (Génesis 2: 15-17 | NVI)

La generosidad del Creador estaba delante de ellos. Podían disfrutar de todo el jardín, salvo comer del árbol del conocimiento del bien y del mal.

EL PECADO DELIBERADO

En Latinoamérica solemos repetir: “Guerra avisada no mata soldados”. Hace alusión al hecho de tener especial cuidado de las advertencias.

Aquí cabe recordar, aunque hayamos leído el texto una y otra vez, que Satanás tentó a Eva y la hizo dudar, incluso, del sabio direccionamiento del Padre celestial:

“La serpiente era más astuta que todos los animales del campo que Dios el Señor había hecho, así que preguntó a la mujer: —¿Conque Dios les dijo que no comieran de ningún árbol del jardín?  —Podemos comer del fruto de todos los árboles —respondió la mujer—. Pero en cuanto al fruto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: “No coman de ese árbol ni lo toquen; de lo contrario, morirán”. Pero la serpiente dijo a la mujer: —¡No es cierto, no van a morir! Dios sabe muy bien que cuando coman de ese árbol se les abrirán los ojos y llegarán a ser como Dios, conocedores del bien y del mal. La mujer vio que el fruto del árbol era bueno para comer, y que era atractivo a la vista y era deseable para adquirir sabiduría; así que tomó de su fruto y comió. Luego dio a su esposo, que estaba con ella, y él también comió. En ese momento los ojos de ambos fueron abiertos y tomaron conciencia de su desnudez. Por eso, para cubrirse entretejieron hojas de higuera.” (Génesis 3: 1-6 | NVI)

Tras confrontar a nuestros primeros padres por trasgredir sus instrucciones, Dios les mostró que su gran equívoco, traería consecuencias:

«Dios el Señor hizo ropa de pieles para el hombre y su mujer, y los vistió… Entonces Dios el Señor expulsó al ser humano del jardín del Edén para que trabajara la tierra de la cual había sido hecho.» (Génesis 3: 21, 23 | NVI)

El Padre les advertido que morirían. Personalmente pienso que se refería a muerte definitiva. Sin embargo, perdonó a Adán y Eva y les permitió seguir viviendo, aunque fuera del Edén.

El profeta Daniel se expresó de forma maravillosa alrededor del amor perdonador del Supremo Hacedor:

“Al Señor nuestro Dios pertenece la compasión y el perdón, porque nos hemos rebelado contra Él” (Daniel 9:9).

Este es el día oportuno para reflexionar en su vida y emprender el proceso de cambio y transformación. Basta que se apropie de la gracia que le extiende el Padre en respuesta a un sincero arrepentimiento. Es lo que marca un antes y un después en nuestro presente y futuro en la eternidad. @VidaFamiliarCo


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